Esto de hacértelo todo tú sólita tiene su qué. Me pasó el día enchufada a la joyería por diferentes medios, sino estoy trabajando directamente sobre el material lo mastico en mi mente, y sino he quedado con alguien para hablar de su colgante, o el de su prima. Y los platos en la fregadera, la ropa encima de las tulips o por el suelo, qué sé yo, ahí está todo.
Una vez a la semana me da el siroco y me ocupo de lo que más odio, las tareas hogareñas.
Pero hoy y por urgencias, me he tenido que concentrar y ha sido un rollo zen interrumpido constantemente por la tecnología moderna.
Menos mal que la gente come y se olvida por un momento de sus dispositivos. Y ahí es donde todo ha fluido, con el sol entrando por la ventana y Radio Tarifa.
Y así me autosorprendo a mí misma, en un rato hago algo que ni sospechaba... Pero me gusta ese aro de plata que está ahí libre, dando vueltas a su antojo como un satélite. No se sale de su órbita aunque es caprichoso y nada lo rige. Eso es lo que más me gusta de este colgante, la verdad.
Tras ésto me he preparado la comida y pensé que seguía haciendo joyas mientras cortaba cuadraditos perfectos de verdura. Y es que comer a tu antojo es otro capricho más que se mima. Así que de postre unas fresitas con sus frutos secos y su muesli, leche y azúcar como una Pantera Rosa.



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