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martes, 24 de febrero de 2015

Me cuesta la vida

Hoy y ayer y la semana pasada y desde hace un mes, me cuesta la vida trabajar.
En realidad, lo que me cuesta la vida es el viejo mal de la conciencia sucia. Pero mira, todo va a juego con la joyería. Que es una auténtica fiesta de limalla.
Voy a comenzar con la parte más higiénica pero más desagradable a la par. Hagamos cuentitas del material que necesito.


Pues.... Sólo dispongo del diámetro interno y externo de uno de sus anillos, me lo envió por watzup en una foto muy audaz. Este anillo lo hacemos a distancia, entre Naiara y yo, porque nos separan unos cuantos kilómetros. 



Pero con eso puedo hallar su talla, el perímetro del aro y esas cositas con fórmulas que yo no entendía para qué me iban a servir a mí en mi vida... Y a las que no prestaba atención, claro. Porque para eso he sido yo buena. Pues mira, por listilla.
El caso es que reaprender también es de sabias, y yo lo he reaprendido con gusto, lo que no entiendo es por qué no nos ilustraban de alguna manera estas cuestiones tan abstractas.

Ya sintetizando (mentira, soy incapaz), 


Después una coge la segueta y fuera el miedo. Pero con estas piezas yo siempre necesito mis rituales, porque es verdad, me asusto, y es mayor el bloqueo del temor que su verdadera resolución... Lo bruto siempre se puede suavizar.



Espanto superado y pereza vencida.
Queda disfrutar de las soldaduras y el infinito trabajo de los acabados satisfactorios.



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